TEXTO Retrato de Luis de Góngora y Argote La biografía ha sido, en general, un modo de engañar al lector. El biógrafo se cree en el deber de fingir que lo sabe todo. O casi todo, porque alguna rara vez confesará una ignorancia. Lo confesará para que resalte más su sabiduría en todo el resto. Si no fuera un mentiroso, cualquier biógrafo debería empezar por decir que de su biografiado lo ignora todo: que tiene en las manos unas pequeñas vislumbres, y que su empeño loco es, con escasísimos retazos, reconstruir la larga cinta cinematográfica de su vida. En el caso de Góngora, todo parece comenzar bien. Poseemos su retrato. Sabemos que le retrató Velázquez cuando el poeta tenía 61 años. Tenemos varias réplicas. ¿Cuál fue la que pintó Velázquez? A mí el retrato que más me gusta es, sin disputa –a pesar de la discutible restauración-, el de Boston. ¡Menuda suerte poseer la vera effigies del hombre que buscamos, y pintada por tal maestro! De primera impresión adivinamos un hombre dur